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Es una particular novela escrita por la surcoreana Han Kang (Gwangju, 1970), que se ocupa obsesivamente del tema del lenguaje y sus formas, centrándose tanto en lo dicho como en lo no expresado verbalmente. Una de sus protagonistas, de hecho, ha perdido el habla a raíz de dos acontecimientos tan dolorosos como cercanos en el tiempo: la muerte de su madre y pérdida de la custodia de su hijo de ocho años.
“Caminaba hasta quedar exhausta, hasta no sentir la quietud de la casa a la que tenía que volver, hasta que se quedaba sin fuerzas para mirar los árboles negros, las cortinas negras, el sofá negro y las cajas negras de Lego, hasta que caía tendida en el sofá embargada por el sueño y se quedaba dormida sin ducharse ni taparse con una manta(…).”
Por otro lado, la narración, a propósito del otro de sus protagonistas, un profesor de griego que está próximo a quedarse ciego, se ocupa, también, del tema de la enfermedad como un proceso involutivo asociado, otra vez, a la pérdida (de la voz, en un caso y de la vista, en el otro) y sus inevitables consecuencias: el deterioro físico, la soledad, el miedo y la desesperanza.
Claro que, cuando las vidas de ambos personajes se cruzan (interesante contrapunto que establece la autora al jugar con la alternancia de la primera y la tercera persona de la narración), comienzan a aparecer algunos rasgos más luminosos de los seres humanos, como lo son la solidaridad, la comprensión y la compasión.
“Entonces levantaba la vista y te veía allí sentada como un despojo, como un objeto mudo salvado de un naufragio, como alguien roto por la mitad o incluso en pedazos más pequeños. En esos momentos me dabas un poco de miedo. Pero al mismo tiempo tenía la sensación de que si me aproximaba a ti y me sentaba cerca, tú también te levantarías y te acercarías a mí.”
Han Kang, denota, en la escritura de esta obra, devoción por el lenguaje, la filosofía griega y la figura del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, a quien menciona repetidamente.
Lírica pero con un tono amargo, y sutilmente construida con un lenguaje impregnado de tristeza, La clase de griego es una narración más reflexiva que épica y que, seguramente, enamorará a muchos lectores y lectoras.
Para leer con lápiz y papel a mano porque algunos párrafos son tan bellos que vale la pena atesorarlos.
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