“Mi día a día es un desierto. Mi trabajo es el sol abrasador; mi tiempo, el viento seco y árido, mis horas no son más que arena infinita. A un amigo, en tierras lejanas, le llegará la noticia de que estoy construyendo una casita en el desierto”.
Así comienza esta novela coreana en la que el narrador, cuyos nombre y pasado ignoramos, empieza a contar cómo llegó a trabajar de repartidor en una zona de Seúl bastante aislada de la ciudad. El hombre, de mediana edad, se define como una persona vaga y tímida, y a la que no le interesa hacerse amigos ni tener ningún tipo de vínculo con los hombres, ni tampoco con las mujeres. Solo quiere trabajar y ganar dinero, pero no porque persiga alguna ambición personal sino todo lo contrario: solo trata de sobrevivir y sus únicos dos vicios, si se quiere, son el alcohol y la literatura.
”En esta vida hay que aprovechar lo que se pueda y yo vendo mi mano de obra, no mis emociones. A no ser que me supliquen y me pague el precio adecuado según las leyes del capitalismo. Entonces sí las vendería. No obstante, el trabajo emocional no se remunera. Eso se llama explotación, y sufrir a sabiendas se llama ser un idiota. Y, aunque puedo vivir en la pobreza, me niego a vivir como un necio.”
Lo curioso es que, a pesar de haber elegido justamente ese trabajo para evitar el contacto humano, la gente se le acerca a él por distintas razones. Así aparecerá toda una fauna de personajes, a cuál más excéntricos: una mujer que le confiesa, sin más, estar saliendo de una depresión (y que más adelante le ofrecerá una cuantiosa suma de dinero tal solo para que la acompañe unas horas por semana), un compañero de trabajo al que le encanta beber y conversar, un hombre mayor, extremadamente misterioso, que lo invita a su casa para darle clases de filosofía de la economía, unas chicas trans dueñas de un bar que le traerán algunos dolores de cabeza..
Con un estilo que recuerda constantemente al adorable y queridísmo Holden Cauldfield de Salinger, aunque con el cuero más curtido claramente, Haengun-dong (tal el mote puesto por sus compañeros de trabajo en alusión a la zona geográfica donde el hombre hace sus repartos), logra enamorarnos con su honestidad brutal, su simpleza sin filtros y su divertidísima e ingeniosa forma de comunicarse con el mundo.
En conclusión, Intrusos es un libro francamente hilarante, original y con diálogos y situaciones muy ingeniosas e inteligentes, plagado de referencias literarias (mayormente sobre obras de escritores norteamericanos) y una fuerte crítica a la modernidad y la sociedad capitalista.
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