RESEÑA:
Keiko es una mujer de 36 años que lleva la mitad de su vida trabajando como dependienta en una konbini (tienda abierta 24 horas) en Tokio, no tiene vida social y nunca ha tenido una relación sexual ni amorosa. No tiene ambiciones ni proyectos propios: solo quiere pasar inadvertida frente a los demás, no llamar la atención.
Sin embargo, y a pesar de que la mujer parece aceptar las normas sociales y acatarlas sin mayores inconvenientes ni cuestionamientos, cada vez se le hace más evidente lo que se espera de ella: debe “establecerse” y eso implica, casarse, tener hijos y conseguir un empleo fijo y no por horas. Por eso decide proponerle a un ex empleado de la tienda (que está en su misma situación) que se vaya a vivir con ella, en una especie de acuerdo explícito donde ambos ganarían el respeto de los demás. Pero sin embargo...
La crítica social de esta breve novela es bien amplia e interesante: apunta, por un lado, al rol de la mujer, que el feminismo vino a cuestionar, pero también se ponen en debate desde los modos de producción modernos que uniformizan al trabajador hasta hacerlo un (invisible) eslabón más de la cadena, hasta cuáles son los patrones de comportamiento humano que deben seguirse en una comunidad para no ser desechados, incluso expulsados, de ella.
Si no fuera por el uso constante de la ironía y la alegoría como recursos narrativos que suavizan el tema, se nos haría muy ardua su lectura. Con algún eco de La vegetariana de Kang y también del conmovedor Axolotl de Cortázar, su final abrumador, polémico y sorpresivo nos dejará pensando un rato largo.
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